sabato, novembre 12, 2016

identidad del amor


Para Alejandra


El amor, es sabido, no es una emoción.
Por mucho tiempo se pensó trabajo, devoción, que disparates.
Los más lo viven -ente debilísimo- en la forma de la relación.
Como si éste uniese al este y al oeste: arco del sol o flecha del cupido.
Como si el este y el oeste necesitasen de ser unidos.
Dos
sola diferencia, el amor no es nada más que un solo nombre, un nombre hermana, reservado, preservado en la perforación que exige y sujeta juntos todos los tiempos, todos los rostros y los nombres de aquellas y aquellos quienes han amado.
A ese nombre se agradece.
En él, protector de hombres, este vencedor capitulado se encuentra y todavía permanecemos extraños. 
A él podemos confesar (no sin salvajismo) nuestro mayor pecado:
el de encontrar belleza en todas las partes y crueldad
el de habernos fundido con el río y con la chinche y con la hierba que nos mece y así
la degeneración adorando y lo indigno hasta la obsesión
como una garrapata la masturbación como el rapto místico; brújula que besa el rostro de satán y va de retro a la pura mala fe.
Agua de rosas y saber porqué lloro Alexa, escort y activista transexual estrangulada en un cuarto de hotel, con toda aquella inocencia bajo proceso que el nombre alivia, casi.
Tres
en este teatro de sombras; solo negro ser de los espejos ahí
Gog no tiene nombre y miedo sólo es su reflejo.
Por que uno no es el anticristo (montado sobre el gigante Leviathan)
como tampoco es uno el salvador y así
nada separa sin separarse de ti.
Paz sin pacificación, rueda sin centro, para el tapir el lodo es un templo
la sangre es cerveza para el jaguar.


L’amore, è saputo, non è un’emozione.
Per molto tempo si pensai lavoro, devozione, che frottole.
I più lo vivono –ens debilissimum- nella forma della relazione.
Come se questo unissi l’ovest all’est: arco solare o freccia di Cupido.
Come se l’est e l’ovest avessero bisogno di essere riuniti.
Due
sola differenza, l’amore non è niente di più di un nome, un nome fratello, riservato,
preservato nel foro che esige e insieme tiene i tempi tutti, i volti tutti e i nomi di quelle e quelli chi hanno amato.
A quel nome si ringrazia.
In esso, protettore di uomini, questo vincitore capitolato si ritrova e tuttavia rimaniamo estranei.
Ad esso possiamo confessare (non senza ferocia) il nostro maggiore peccato:
quello di trovare la bellezza in tutte le parti e crudeltà
quello di averci fuso col fiume e con la cimice e con l’erba che ci dondola e così la degenerazione adorando e lo indegno fino l’ossessione
come una zecca la masturbazione come il rapimento mistico; bussola stregata che bacia il volto di satana e va di retro alla pura cattiva fede.
Acqua di rose e sapere perché piango Alexa, escort e attivista transessuale strangolata in una stanza d’albergo, con tutta quella innocenza sotto processo che il nome lenisce, quasi.
Tre
in questo teatro delle ombre; solo nero essere degli specchi lì
Gog non ha nome e paura è soltanto il suo riflesso.
Perché uno non è l’anticristo (sul dorso del grande Leviatano)
come uno non è neanche il salvatore e così
niente spezza senza spezzarsi di te.
Pace senza pacificazione, ruota senza centro, per il tapiro il lodo è un tempio
il sangue è birra per il giaguaro.

domenica, luglio 03, 2016

su tiempo


Ciudad Coraza,
luna llena-menguante de abril en libra, 1437.


Generación 2012-2016 de Casa del Teatro

Preludio

            ¡Jóvenes ilustres! Hasta acá se escucha el tronar del tiempo, la fiesta que hace de aquél caníbal un instante y se ofrece a las manos, caricia y puño, para que se vuelva el suyo.
Disculpen aquellxs que se habrían alegrado de nuestra compañía en su festejo, en el umbral de su Jano Bifronte, pero las últimas fiestas en la Casa me han dejado más bien indispuesta a confundir, otra vez, Dionisio con Don Julio. Pero celebro igual.
Celebro escribiendo, cumpliendo el compromiso que hice con alguna de ustedes de tirar unas líneas después de asistir a su Amor-Amor y aquí están. Pequeño, raro, regalo. Incompleto y fragmentario, difícil en su tarea de procurar evitar el apunte técnico, el comentario personal o el análisis semiótico. Así que aquí no nos detendremos en la dicción de aquél ni la energía de aquella, menos aún en el sentido de la arena o en las virtudes y los vicios de su apuesta.  Estoy segura de que en todas esas cosas ustedes son las más versadas si se trata de su creatura. “La esencia de la técnica no es nada de técnico” y aquí se quiere sobre todo celebrar, o mejor, conmemorar: recordar algo juntxs. Y también vaticinar, augurándoles más poesía, más poética, en este abrazo inaparente de una soñadora dionisiaca di quien fueran por un año pupilas. Gracias por permitir a la luz entrar.

I.- Silencio…

II.- ¿Quiénes somos?

            Quizá soy el que fuè su maestro. O aquèl que intentò serlo y que quizà no fue lo suficientemente ignorante para lograrlo. Tambièn (en teoría) ustedes podrían ser lo que queda de aquellxs que fueron mis alumnxs y que quizá tampoco supieron saber màs precisamente todo aquello que ignoraban (para usar una expresión conocida por ustedes aunque hoy parezca desconocida para el Viejo maestro que se las enseñó). ¿Pero somos a caso simplemente lo que queda de lo que fuimos? Lo dudo mucho. Recuerdo ese momento que algunos insistirían en llamar el origen de nuestra historia juntos y que yo llamaría un vórtice: nuestro primer encuentro aquí. La asignatura lleva el título hermosamente mamón de Genealogía de la Actoralidad y, hasta donde recuerdo, nuestra primera discusión fue precisamente sobre los sentidos de la palabra “genealogía” (leíamos a Deleuze desde el principio). Confrontamos entonces la visión arborescente de la genealogía con una visión rizomática y concluímos que, en algunos de esos sentidos y por lo que se refiere a la tradición de la actuación, uno cualquiera puede decidir la herencia que desea sea hecha la propia.
Ya se van, pues, así que decidan lo que se llevarán de esa Casa y decidan bien, les auguro; sabiendo también que uno no puede construir su vida, su forma-de-vida, su obra-de-una-vida (que es también la vida-de-la-obra), sola y exclusivamente dilapidando una herencia. Una cosa o la otra no estarán en su lugar, por omisión o por exceso: más canto y voz, menos certezas, más justicia, menos “realismo”, yo qué sé (ustedes lo saben mejor que yo). Yo lo que recuerdo es que hablamos, siempre con Deleuze, de cómo el deseo no lo pensamos como falta o carencia, sino más bien como exceso que deviene en producción, tanto praxis como poiesis.
El proceso perfecto no existe; no obstante, su deseo, si poético, es un proceso en el que pueden confiar perfectamente.

III.- Pausa, negación.
Queridas, queridos, no teman a la pausa, al gag, a la interrupción, se me ocurre decirles.


IV.- Nuevo comienzo.

            Hace casi cuatro años, en 2012, cuando Peña estaba por asumir la presidencia, comenzamos nuestros encuentros de esas materias que llevan nombres tan pretensiosos cuan carismáticos: Genealogía de la Actoralidad y Estructura del Pensamiento. Nosotros, en aquél entonces, comenzamos hablando de Genealogía y ustedes terminan hoy de alguna manera hablando de genealogía también. Así, si me permiten, podemos decir que nosotros y ustedes otra vez se vuelven indiscernibles allí dónde origen y destino se colapsan y el tiempo, por un instante amor, se detiene. Pero lo que verdaderamente anonada es la constelación que estalla en el compartir desde los mayores desengaños hasta los más bajos misterios, la de haber sido enemigos de clase, amantes en secreto, chivos bandidos; vórtices también y vértigos y verdugos. En fin, todo un drama, con sus capitómbolos y sus peripecias, sus catástrofes y sus finales felizmente tristes. En fin, con su son; su generación.
            Generación: ¡qué palabra! Allí retumban el género y la génesis y los genes y, por supuesto, la genealogía. Y fue muy triste verlos la primera vez y no ver su generación o, más precisamente, verles atrapados en una generación en la que la verdad se ha vuelto un momento necesario en el movimiento de lo falso, en la que lo colectivo se entiende sólo como una suma de lo individual. Fue todo un problema su genealogía y se entiende que no se encontraran hasta el final. Les falta sin embargo otra cosa: el mismo proceso para develar la verdad que fue necesario entre ustedes (que son pares, que son fuerzas), llevarlo a cabo en relación con esos lugares en los que las fuerzas se han cristalizado. No sucumban, no simulen. Verles en escena es siempre una pregunta emocionada, un salto en el espejo, un cielo y un abismo. 
Hablando de saltos:

“El salto del derviche es
el tormento radiante del Amor,”

Su generación o su director o su dirección decidieron hablar de Amor, no escuchando las sugerencias de Rilke en las Cartas a un joven poeta. Hablar de esa experiencia común y rara, fuente aparente de las paradojas de los sauces llorones y de la verdades de los tubérculos, es peligroso para una joven poetisa como saben. La dramaturgista nos regaló un texto adorable, una poesía joven que busca la vitalidad juguetona de un viejo sabio. El director y su equipo les ayudaron a construir una apuesta arriesgadísima, con un grado de dificultad (y complicación) que, parafraseando al poeta cubano Lezama Lima, sólo puede resultar estimulante. Estoy seguro que a pesar de lo que se diga, su Casa está orgullosa de ustedes y sus compañerxs más jóvenes reciben un buen ejemplo que les motiva. Yo, como me pasa a menudo cuando voy al teatro, andaba necesitado y encontré más, de lo que necesitaba.

Salud.

lunedì, febbraio 22, 2016

de espaldas (a Orfeo)


Después de tanto juez y parte, de tanto parto y partida de frente; de tanto ver hasta lo invisto e invidente mirar el lunar en la boca, el puto punto ciego, la pinche viga famosa y al mezquino arrugarse también; tras tanto y tanto guiño cìclope y pasmo de ojo tan insaciable cuan indigesto que fácil recorta, la distancia cortando e insecto; ¿sabes algo? no sé, quizá, llegó la hora de ya no darnos la mano ni la boca, de pará y para parar en un tiempo y darnos y darnos, con todas las espaldas y dejar de vernos: de frente, de perfil, pero sobre todo de reojo y de reojete.
Quizá, si podemos no mirarnos más, no conocernos más (tanto ya sabemos que somos, quién más quién menos, en un desastre), quizá podemos ya no desesperar y ya mirar nada más hacia otros lados, más peligrosos, más desesperanzados, desapercibidos. Quizá podemos ya no penetrarnos hasta ya no saber de quién son los ojos; quizá ya sólo sentir un calor, una nuca erizarse los pelitos que lo diga todo lo que hay, para saber. Quizá aún reconocer, ahí, a treintaitrés abuelitas calientes y en fila que nos sostienen. Quizá darnos sólo los culos, las espaldas, los talones de Aquiles y las benditas corvas. Quizá cuidarnos de no dejar de dar y dar la espalda, para salir del infierno. Pero no como Orfeo, el cursi. ¿Podremos no?

mercoledì, febbraio 17, 2016

"Lamento" y "Allegro racconto per Mario (senza stile, né utile)"


LAMENTO

Poder no poder dice,
natura, callada,
callada,
las ramas de un árbol suplicante
y raíces rojas,
rojas a la tierra.
Flores.
Gato hambriento nada mudo.
Tantos parlanchines.
Tantas taras,
que producen
¿qué producen?
Qué sueño tonto el del eterno hermafrodita.
Qué mundos de mentira.
Y ese humo sentado que escribe que da risa.
Y esa hueca cabeza que canta que te ama cuando el amor no se canta es un canto de por sì.
Y suelta, el grillo, su lengua nada ingenua.
Y el agua ya sin llanto y el río,
que suena, nada lleva.



ALLEGRO RACCONTO PER MARIO (SENZA STILE, NÉ UTILE)

Caro Mario,

- Cuentame algo un dia. Quello che vuoi basta che sia nel tuo stile. Una bella cosa che ti è capitata... Se ti va... - mi hai scritto l’altro giorno, dopo tanti anni.
Ma guarda che sei un vero paraculo però! Va bene.
Ci ho dovuto pensare per alcuni giorni perché veramente la situazione è tragica intorno. Qualche giorno fa un'altra donna, Anabel Flores, giornalista, è stata rapita, torturata e uccisa. Il papa è qui e non parla di quello che dovrebbe mentre mio padre sta morendo (come tutti, soltanto più velocemente) e non può parlare per effetti di certi oppiacei che aiutano con il dolore. Tutte le settimane (se non tutti i giorni), c’è una scena dello spettacolo dell’orrore: ragazzi e ragazze rapiti e assassinati o fatti scomparire; migranti disperati, corruzione e abusi da tutte le parti. Figurati che il tacchino di Natale cucinato da un maestro chef era scotto e, in più, andato a male. L’intera casa, curatissimamente addobbata a festa, puzzava di marcio mentre mia madre e mia sorella negavano quello che i loro delicati nasi urlavano ai quattro venti. Abbiamo mangiato il tacchino marcio lo stesso (metafora di tutto uno stile di vita). Ma aspetta, prima di dire altri deliri sappi che la richiesta di stile mi sembra una richiesta autoritaria. Poi io quasi tutti quelli che conosco che hanno uno stile sono degli stronzi. Manco posso dire manieristi, perché noi intendiamo il manierismo come una destituzione dello proprio, una distruzione metodica, una resistenza o esodo dal proprio stile (forse anche un abbandono del proprio stile-di-vita). Quindi diciamo qui meglio signatura per essere accondiscendenti con la l’ossessione che m’affligge. Per ultimo, scusa anche per il mio italiano, non è la mia lengua quella che parla, magari fosse quella de los muertos.

Quindi, una bella cosa. Dopo La grande bellezza, caro, mi metti in difficoltà. So quanto ti sembra mistificante Sorrentino ma è una mia debolezza, un mio limite (a proposito, che ne pensi d’Iñarritu?). Forse ti dovrei raccontare sulla bella e anticipata derrota che è stata “Il Chiquero”. Ti dico derrota perché una ragazza (piuttosto stronza) mi ha insegnato che viene dall’linguaggio marittimo, dallo slang dei marinai (anche profeti e balene), e significa insieme a “fallimento” anche “cambio di rotta”: il colpo di timone che si dà davanti a una minaccia incombente (sarà stronza, ma è molto intelligente). Comunque, il vero gesto nel “Porcile” solo trova il suo senso essenziale se il porcile si ferma, se gesta in un altro mondo. Aldiquà dell’aneddoto, uno no può prendersi sul serio quello che abbiamo detto, quello che Pasolini ha detto in quel pezzo, e non andarsene. E questo andarsene ha a che fare col nucleo di quel piccolo gesto, di quella obrita che è stata la messa in scena, che è la messa in scena di qualsiasi spettacolo. Quella piccola e inaudita messa in scena, quella derrota che taluni chiamano un successo, non avrebbe senso per me senza di questo andarsene. E così, questo andarsene ha a che fare con la tua domanda, con la cosa più bella che mi sia capitata da che sono tornato in questo paese senza aggettivi. Una cosa che è meno che una cosa, che è piuttosto una cosetta, una cosuccia e per di più, una cosaraccia di poca monta: un piccolo libro che mi è capitato e che, forse, tu già conosci.
Questo libro, che si dice una modesta contribuzione all’intelligenza del nostro tempo, non è un romanzo ma racconta, non è un libro di filosofia ma pensa, non è poesia ma nasconde un canto. Se ha una qualche somiglianza con un manifesto lo fa come un manifesto in meno, non prescrive eppure indica. Di certo non è un libro di rivelazione, eppure non poso non dire che c’è del mistero fra le sue righe. Parte della sua autorità radica precisamente nel suo non avere propriamente un autore. Se è un dispositivo di visione della situazione presente, non è sicuramente ideo-logico, perché il teatro d’operazioni non è mai ideologico, il suo sguardo è piuttosto frutto di esperienza, di un “empirismo di una specie molto particolare”, di gesto trascendentale, che l’unica cosa che trascende è la trascendenza stessa. Quell’immanentismo radicale, quindi, che si ritrova nei più interessanti pensatori sull’etica nell’occidente e non solo. Questo libro si chiama “Ai nostri amici”. Che dolcezza.
La storia di come mi sia capitato in mano questo libro è anch’essa bella e misteriosa. Circa dopo un anno di essere tornato in Messico, è venuto a trovarmi dall’Italia un amico, un giudice promiscuo (il termine è tecnico). Come è giusto che sia, l’ho portato in giro per il sud, per il Chiapas. Ci siamo fatti, come dovuto, tante fotografie insieme, molto belle, nella giungla, sui templi dei Maya, sulle rive del mare caraibico e nei paesini che parlano altre lingue. Il tutto è stato tramesso in diretta sul fecebook (abbonando così a certa reputazione omosessuale che mi sono fatto a Città del Messico, come se io fossi solo omossessuale, o solo bisessuale, o solo eterosessuale o transessuale; si sa poco dell’erotismo delle ninfe in questo mondo). Comunque, quello che invece è rimasto ostinatamente osceno di questo viaggio è stato l’incontro.
 In un paesino sulla costa del caraibe che si chiama Majahual, un pesino dove ero stato qualche anno prima insieme a Francesca e che ora e tutto controllato dai Z, lì, ho incontrato una civetta. Si, una civetta come quella che distingue Atena, dea degli artigiani, della sapienza, della guerra e si, anche di quel evento del incontro fra le leggi degli uomini e le leggi degli dei. L’ho incontrata in un antro piuttosto squallido (come diventano tutti i posti dove regge lo “stato d’eccezione”). Tequila, mariachi e sangria e già mezzo o molto ubriaco e cercando una storia d’amore dopo l’ennesimo e più brutto fallimento, mi sono avvicinato e l’ho invitata a danzare. Lei per scherzo girò la sua gonna e si mise a ballare e, come abbiamo danzato!, e lei disse il cuore del mio amore batte come mai più. Poi, senza preavviso, è volata via la strana civetta; perdendosi in mezzo al buio della notte tropicale. Allora pensai che non l’avrei incontrata mai più, però il destino (o quello che noi ingenui col segno di poi chiamiamo destino), scherzava in altri diagrammi per noi.
Appena arrivati in un altro porto io avevo la testa, come il solito, là, inchiodata a quegli occhi immensi che avevo lasciato. Che cosa è mai questa cosa senza nome? Quale tiranno mi comanda? Perché contro tutti gli affetti io debba osare quello che mai ho osato di osare? Sono io questo? O chi? E lei era lì. Mi attendeva sempre altra, serena, poggiata candida sulla verga d’un vascello naufragato. L’oscenità di quello che è successo dopo preferisco di no violentarla. Baste dire che siamo diventati amici, che lei è tornata molte altre volte e che continua a ritornare anche se la sua terra è lontanissima.
E’ stata lei, una civetta, questa civetta che era andata in una “piccola scuola” e che aveva toccato con le sue ali la realtà, colei che mi ha consegnato, un giorno qualsiasi, questo libro di cui ti ho parlato. Mentre lo metteva nelle mie mani ha detto soltanto “Questo libro è per te” per volare subito dopo in un silenzio che soltanto le civette bianche conoscono. Ed io, in mezzo a quel silenzio ho cominciato a leggere e non mi sono fermato più. Non mi sono fermato neanche dopo che questo libriccino è finito, perché infatti il libro non è la cosa più bella né più importante. Ho continuato a leggere e continuo ancora a leggere, ma quello che leggo forse non è mai stato scritto. Volevo fare fotocopie e condividere con tutti (i tre) amici che avevo questa scoperta, questa vertigine, questa scommessa. Sentivo d’essere parte di una congiura invisibile lontano da questo “stato d’eccezione” che è divenuto la regola. E quanto mi sono sorpreso nello scoprire che, infatti, ero già sempre invischiato in una congiura, ma non nel modo in cui credevo, o forse si? Congiurare: evocare ed espellere, bandire, abbandonare, divenire bandala. Perché lo stesso giorno in cui ho portato il testo in facoltà per fare delle fotocopie, mentre parlavo con un tipo, mi si è avvicinato un ragazzo, solo a me; e senza dire una parola mi ha consegnato un pezzo di carta, una fotocopia che diceva in sbiaditi caratteri “A nuestros amigos: encuentro para discutir el último libro del comité invisible”.
Sono andato a questo incontro non senza una giusta paranoia. E’ vero che lì dove appare uno qualsiasi possiamo aspettare, prima o poi, i carri armati, e infatti non è mancata la presenza, ancora discreta, dei servizi di “sicurezza”. Già lo sai che qui non importa se fai o non fai né quello che fai, comunque in qualsiasi momento puoi scomparire. Quindi più importante di quello, lì ho incontrato una banda di ragazzi e ragazze, sicuramente giovani (c’è chi mi accusa d’infantilismo perché non ha capito che “l’unica patria è l’in-fanzia”), coi quali stiamo imparando a divenire mezzi puri. Insieme cercando un gesto, una forma, un territorio o meglio, un terruño. Il terruño sta nel Chiapas, fra colline e fiumi. Non nelle zone degli amici che sono dovuto andare in Italia per capire di nuovo che sono i veri amici. E’ piuttosto in una zona di caciques e terratenientes. Trenta e trè ettari di giungla per trovare una forma. Lo sai in mezzo a questa bellezza ho ritrovato anche un altro libro, uno che tu e Betta mi hanno regalato. Nella dedica che hai scritto il 18 ottobre 2008 sul Walden dice: “consigli e strumenti di vita pratica per ‘ingannare’ il tempo”. Minkia! Pure Wittgenstein se ne è andato nel bosco e ha costruito una casuccia. Ecco il cuore di questa congiura. La potenza dello stare insieme (perché Walden e Ludwig, seppure in solitudine, non erano da soli). La vita nel costruire una casuccia, una tana forse. La vita nel esodo di un grancio.
 Ora si lavora, da vicino, da lontano, virtualmente ma non troppo, si buscano risonanze, accordi discordanti, contradizioni migliori di quelle che abbiamo qui, perché non tutto qui si riduce a due poli e quindi non sono manco propriamente contradizioni. Sono campi di forze, di affetti, di desideri, di misure e dismisure.  Sicuramente un incremento della potenza, un trovare molto di più di quanto uno si è portato nella mischia (o due, manco la terza persona basta per congiurare). Siamo danze di moltitudini sulle onde gravitazionali, mute e famiglie, tonali e nahuali coi visi colorati da un’infinita di lingue, lingue blue e arancione e più che tutti i pantone. Perché conformarsi solo con i colori presenti nell’arcobaleno?

Quindi caro Mario, ecco un frammento, un capitolo di una bella cosa che mi è capitata, che ancora mi sta capitando e che può non smettere di capitare e capitolare. Spero ti abbia strappato qualche sorriso. Sé lacrime, perfetto. Non sono le passioni tristi il problema, sono le passioni scomunali quelle che ci affliggono.
Ti abbraccio fortissima e spero in un tuo racconto, bello o brutto fa lo stesso. Basta che tu lo condivida con me.

                                 Tuo,
                                            v.

Ps.- Ti lascio anche un bel video argentino che forse può piacerti. 
                        https://vimeo.com/113569905
Ps2.- Un'altra bella storia: abito con due gatti. Due gatti trovati abbandonati nelle strade di questo mostro che ancora chiamiamo città. Uno, bruno, forte, agile e intelligente, si chiama Santos, ed è il gato montès. L’altro, biondo, buffo, timido, amoroso e nervoso, si chiama Magritte, ed è il gato burguès. Ho dovuto castrarli a entrambi (una decisione veramente difficilissima da prendere). Ma quello che già sapevo ma comunque ho imparato è che quelli che pensano che la potenza stia nelle palle, non solo sono ottusi (per non dire degli imbecilli), ma, soprattutto, non potranno, mai, divenire-gatti.