A pesar
de sus reticencias hoy rerecomienzan el otoño y la primavera. Las hojas lentas
desfallecen y revientan también en púrpura las yemas del ciruelo. Los pies
piensan (mientras despiertan apoyándose en la tierra), que del otro lado del mundo
una sirena con plantas en vez de cola y raíces en vez de plantas los esperan. Pensamiento
de savia fresca que al andar incita, que invita a echar raíces que remuevan
hacia el sur, que reempuja a penetrar otra vez la roca dura de sordos oídos, lo que a
todos importa, los nombres, los teatros y los juzgados, para en el fondo
encontrarse con otras plantas desiguales en el culo del mundo.
Encuentro
obsceno sí, ¡pero qué relindo es el sentirse religados por las plantas de los
pies! ¡qué enredante este resalir de nuevo desde ahí hasta hasta tus recapullos, hasta rechupar la miel de las puntas de tus brotes enrollado! ¡y qué reflorecer que es redesnudar a tus muñecas y remarchitar luego en
sus heridas! No importa si cómo siempre nos juzgaran por nuestros frutos.
Leones
y mulas y monos y machos cabríos se acercan a nuestras plantas para recibir un
poquito de sombras, para refrescar del sol la inclemencia. Entre tanto rumor, sonreímos en silencio por
las cosquillas de sabernos juntos, subterràneos de palabras.
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