Ciudad Coraza,
luna llena-menguante de
abril en libra, 1437.
Generación 2012-2016 de Casa del
Teatro
Preludio
¡Jóvenes
ilustres! Hasta acá se escucha el tronar del tiempo, la fiesta que hace de
aquél caníbal un instante y se ofrece a las manos, caricia y puño, para que se vuelva el suyo.
Disculpen aquellxs que se habrían alegrado de nuestra compañía en su festejo, en el umbral de su Jano Bifronte, pero las últimas fiestas en la Casa me han dejado más bien indispuesta a confundir, otra vez, Dionisio con Don Julio. Pero celebro igual.
Disculpen aquellxs que se habrían alegrado de nuestra compañía en su festejo, en el umbral de su Jano Bifronte, pero las últimas fiestas en la Casa me han dejado más bien indispuesta a confundir, otra vez, Dionisio con Don Julio. Pero celebro igual.
Celebro escribiendo, cumpliendo el compromiso que hice con
alguna de ustedes de tirar unas líneas después de asistir a su Amor-Amor y aquí están. Pequeño, raro,
regalo. Incompleto y fragmentario, difícil en su tarea de procurar evitar el
apunte técnico, el comentario personal o el análisis semiótico. Así que aquí no
nos detendremos en la dicción de aquél ni la energía de aquella, menos aún en
el sentido de la arena o en las virtudes y los vicios de su apuesta. Estoy segura de que en todas esas cosas ustedes
son las más versadas si se trata de su creatura. “La esencia de la técnica no
es nada de técnico” y aquí se quiere sobre todo celebrar, o mejor, conmemorar:
recordar algo juntxs. Y también vaticinar, augurándoles más poesía, más poética,
en este abrazo inaparente de una soñadora dionisiaca di quien fueran por un año
pupilas. Gracias por permitir a la luz entrar.
I.- Silencio…
II.- ¿Quiénes somos?
Quizá soy el
que fuè su maestro. O aquèl que intentò serlo y que quizà no fue lo suficientemente
ignorante para lograrlo. Tambièn (en teoría) ustedes podrían ser lo que queda
de aquellxs que fueron mis alumnxs y que quizá tampoco supieron saber màs
precisamente todo aquello que ignoraban (para usar una expresión conocida por
ustedes aunque hoy parezca desconocida para el Viejo maestro que se las
enseñó). ¿Pero somos a caso simplemente lo que queda de lo que fuimos? Lo dudo
mucho. Recuerdo ese momento que algunos insistirían en llamar el origen de
nuestra historia juntos y que yo llamaría un vórtice: nuestro primer encuentro
aquí. La asignatura lleva el título hermosamente mamón de Genealogía de la Actoralidad
y, hasta donde recuerdo, nuestra primera discusión fue precisamente sobre los
sentidos de la palabra “genealogía” (leíamos a Deleuze desde el principio). Confrontamos
entonces la visión arborescente de la genealogía con una visión rizomática y
concluímos que, en algunos de esos sentidos y por lo que se refiere a la
tradición de la actuación, uno cualquiera puede decidir la herencia que desea
sea hecha la propia.
Ya se van, pues, así que decidan lo que se llevarán de esa
Casa y decidan bien, les auguro; sabiendo también que uno no puede construir su
vida, su forma-de-vida, su obra-de-una-vida (que es también la vida-de-la-obra),
sola y exclusivamente dilapidando una herencia. Una cosa o la otra no estarán
en su lugar, por omisión o por exceso: más canto y voz, menos certezas, más
justicia, menos “realismo”, yo qué sé (ustedes lo saben mejor que yo). Yo lo
que recuerdo es que hablamos, siempre con Deleuze, de cómo el deseo no lo
pensamos como falta o carencia, sino más bien como exceso que deviene en
producción, tanto praxis como poiesis.
El proceso perfecto no existe; no obstante, su deseo, si
poético, es un proceso en el que pueden confiar perfectamente.
III.- Pausa, negación.
Queridas, queridos, no teman a la pausa, al gag, a la
interrupción, se me ocurre decirles.
IV.- Nuevo comienzo.
Hace casi
cuatro años, en 2012, cuando Peña estaba por asumir la presidencia, comenzamos
nuestros encuentros de esas materias que llevan nombres tan pretensiosos cuan
carismáticos: Genealogía de la Actoralidad y Estructura del Pensamiento. Nosotros,
en aquél entonces, comenzamos hablando de Genealogía y ustedes terminan hoy de
alguna manera hablando de genealogía también. Así, si me permiten, podemos
decir que nosotros y ustedes otra vez se vuelven indiscernibles allí dónde origen
y destino se colapsan y el tiempo, por un instante amor, se detiene. Pero lo
que verdaderamente anonada es la constelación que estalla en el compartir desde
los mayores desengaños hasta los más bajos misterios, la de haber sido enemigos
de clase, amantes en secreto, chivos bandidos; vórtices también y vértigos y
verdugos. En fin, todo un drama, con sus capitómbolos
y sus peripecias, sus catástrofes y sus finales felizmente tristes. En fin, con
su son; su generación.
Generación:
¡qué palabra! Allí retumban el género y la génesis y los genes y, por supuesto,
la genealogía. Y fue muy triste verlos la primera vez y no ver su generación o,
más precisamente, verles atrapados en una generación en la que la verdad se ha
vuelto un momento necesario en el movimiento de lo falso, en la que lo
colectivo se entiende sólo como una suma de lo individual. Fue todo un problema
su genealogía y se entiende que no se encontraran hasta el final. Les falta sin
embargo otra cosa: el mismo proceso para develar la verdad que fue
necesario entre ustedes (que son pares, que son fuerzas), llevarlo a cabo en
relación con esos lugares en los que las fuerzas se han cristalizado. No
sucumban, no simulen. Verles en escena es siempre una pregunta emocionada, un
salto en el espejo, un cielo y un abismo.
Hablando de saltos:
Hablando de saltos:
“El salto del derviche es
el tormento radiante del Amor,”
Su generación o su director o su dirección decidieron hablar
de Amor, no escuchando las sugerencias de Rilke en las Cartas a un joven poeta. Hablar de esa experiencia común y rara,
fuente aparente de las paradojas de los sauces llorones y de la verdades de los
tubérculos, es peligroso para una joven poetisa como saben. La dramaturgista
nos regaló un texto adorable, una poesía joven que busca la vitalidad
juguetona de un viejo sabio. El director y su equipo les ayudaron a construir
una apuesta arriesgadísima, con un grado de dificultad (y complicación) que,
parafraseando al poeta cubano Lezama Lima, sólo puede resultar estimulante. Estoy
seguro que a pesar de lo que se diga, su Casa está orgullosa de ustedes y sus
compañerxs más jóvenes reciben un buen ejemplo que les motiva. Yo, como me pasa
a menudo cuando voy al teatro, andaba necesitado y encontré más, de lo que
necesitaba.
Salud.
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