giovedì, luglio 02, 2015

Niña muerta en central de abastos


Hoy he visto una niña muerta en un gran mercado.
Niña azul, toda la sangre a tus pies.
Estabas tirada entre restos de coles, berenjenas medio podridas, corazones de maíz.
Y los pobres hombres que buscaban algo bueno entre las verduras podridas no te veían.
Quise gritarles algo, no sé, que llamaran a alguien, que dejaran de empujar tu cuerpecito, que no pisaran la sangre, que detuvieran el tiempo.
Y grité. No sé qué ni cómo grité, pero grité.
Quizá como un lobo grité como una varilla atravesando la garganta pero el tiempo no se ha detenido ni las cajas de naranjas dejaron de descargarse ni los marineros dejaron de hacer la despensa ni la vieja de la mascada y el sweater de estambre dejó de darte la vuelta para hurgar bajo tu huella por una lechuga que no estuviera medio pasada.
Creo que después llegó la policía.
Ya sé, algo sabías tu pequeña niña azul, sobre las lechuzas.
Y después de haberte visto ahora te tengo siempre enfrente.
Y cada vez que abro los ojos, y cada vez cuando los cierro.
Y todas las noches que en todos los sueños me repites con tu vocecita monótona y linda:
-“¡Bichito! – me dices,
-“yo sabía del secreto discurrir de las estrellas
  y todos los zumbidos de la vida los conocía
       y habría podido explicarte lo qué son el turquesa, la libertad,
 y una guacamaya”-.




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