11. Cavalcanti y Sade
(El deseo y la necesidad)
La expropiación de la fantasía del ámbito de la
experiencia arroja sin embargo una sombra sobre
esta última. Esa sombra es el deseo, es decir, la
idea de una inapropiabilidad e inagotabilidad de
la experiencia. Pues según una intuición que ya
estaba presente en la psicología Clásica y que será
completamente desplegada por la cultura medieval,
fantasía y deseo están estrechamente ligados.
Incluso el fantasma, verdadero origen del deseo
("phamasia ea est, quae totum parir desiderium"),
es también -como mediador entre el hombre y el
objeto- la condición de la apropiabilidad del objeto
del deseo y por lo tanto, en última instancia,
de su satisfacción. El descubrimiento medieval del
amor por obra de los poetas provenzales y
stilnovistas, desde este punto de vista, es el descubrimiento
de que el amor tiene por objeto no directamente
la cosa sensible, sino el fantasma; es
simplemente el descubrimiento del carácter
fantasmático del amor. Aunque dada la naturaleza
mediadora de la fantasía, esto significa que el
fantasma es también el sujeto y no simplemente
el objeto del eros. En tanto que el amor tiene en
efecto su único lugar en la fantasía, el deseo ya no
encuentra frente a sí al objeto en su corporeidad
(de allí el aparente "platonismo" del eros trovadoresco-
stilnovista), sino una imagen (un "ángel",
en el significado técnico que tiene esta palabra
entre los filósofos árabes y entre los poetas de
amor: una imaginación pura y separada del cuerpo,
una substantia separata que con su deseo mueve
las esferas celestes), una "nova persona" que literalmente
está hecha de deseo (Cavalcanti: "formando
di desio nova persona"), en la cual se anulan los
límites entre lo subjetivo y lo objetivo, lo corpóreo
y lo incorpóreo, el deseo y su objeto. Y justamente
porque el amor no es una oposición entre un sujeto
deseante y un objeto del deseo, sino· que posee
en el fantasma, por así decir, su sujeto-objeto, los
poetas pueden definir sus rasgos (en oposición a
un fol amour que sólo puede consumir su objeto
sin llegar nunca a unirse verdaderamente a él, sin
hacer nunca esa experiencia) como un "amor cumplido"
(fin'amors), cuyo goce no tiene fin ("gioi
cha mai non fina") y, vinculándolo con la teoría
averroísta que ve en el fantasma el sitio donde se
efectúa la unión del individuo singular con el intelecto
agente, transformarán el amor en una experiencia
soteriológica.
Pero una vez que la fantasía quedara excluida
de la experiencia como irreal y su puesto fuera ocupado
por el ego cogito (convertido en sujeto del
deseo, "ens percipiens ac appetens", en palabras de
Leibniz), el deseo cambia radicalmente de estatuto
y se vuelve, en esencia, imposible de satisfacer, míentras
que el fantasma, que era mediador y garante
de la apropiabilidad del objeto del deseo (era lo
qué permitía traducirlo en experiencia), se vuelve
ahora la cifra misma de su inapropiabilidad (de su
"inexperimentabilidad"). Por eso en Sade (al contrario
que en Cavalcanti) el yo deseante, suscitado
por el fantasma ("il faut monter un peu son
imagination", repiten los personajes sadianos),
encuentra frente a sí nada más que un cuerpo, un
objectum que solamente puede consumir y destruir
sin satisfacerse nunca, porque el fantasma huye y
se esconde en él hasta el infinito.
La ablación de la fantasía de la esfera de la experiencia
escinde en efecto lo que Eros (como hijo
de Poros y de Penía) reunía dentro de sí en deseo
(ligado a la fantasía, insaciable e inconmensurable)
y necesidad (ligada a la realidad corpórea, mensurable
y teóricamente .posible de satisfacer), de
manera que ya no pueden coincidir nunca en el
mismo sujeto. 'Lo que tiene enfrente el hombre
de Sade, como sujeto del deseo, es siempre otro
hombre en cuanto sujeto de la necesidad, pues la
necesidad no es más que la forma invertida del
propio deseo y la cifra de su esencial extrañeza.
Escisión del eros que Juliette expresa de la manera
más sucinta cuando exclama, acerca del peculiar
deseo del caballero que quiere satisfacerse con
el caput mortuum de su digestión: "Tenez a
1' instant, si vous le desirez; vous en a vez !'envíe,
moi j'en ai le besoin"
De allí la necesariedad de la perversión en el
universo sadiano, ya que al hacer coincidir deseo y
necesidad,transforma en goce la frustración esencial
del deseo. Pues lo que el perverso reconoce es
su propio deseo (en tanto que no le pertenece) que
se muestra en el otro como necesidad. A la afirmación
de Juliette, podría responderle: "lo que sientes
como la íntima extrañeza de la necesidad cor-
poral es lo que yo siento como la extraña intimidad
del deseo: ton besoin, c'est mon envíe; mon envíe,
c'est ton besoin" Si a pesar de todo y a despecho
de la expropiación de la experiencia que Sade encarna
tan proféticamente en el repetitivo delirio de
sus personajes, hay goce, hay disfrute, si en sus novelas
aún sobrevive, trastornado, el puro proyecto
edénico de la poesía trovadoresca-stilnovista, ocurre
gracias a la perversión, que en el eros sadiano
cumple la misma función que la poesía stilnovista
le confiaba al fantasma y a la mujer-ángel. La perversión
es el arcangel salvífico que alza su vuelo desde
el teatro ensangrentado de Eros para elevar al hombre
sadiano hasta el cielo.
Que la escisión entre deseo y necesidad, sobre la
que actualmente se discute tanto, no es algo que
pueda subsanarse con la buena voluntad, ni mucho
menos una dificultad que una praxis política
cada vez más ciega podría pretender solucionar con
un gesto, lo demostrará elocuentemente la situación
del deseo en la Fenomenología del Espíritu (y
aquello que Lacan pudo extraer de ella, con su habitual
agudeza, como objet a y como désir de
l'Autre). Puesto que en Hegel el deseo (que
significativamente aparece como el primer momento
de la autoconciencia) solamente puede tratar de
negar su propio objeto, pero nunca satisfacerse con
él. El yo deseante alcanza de hecho su certeza de sí
sólo mediante la supresión del otro: "Seguro de la
nulidad de ese otro, dispone para sí esa nulidad
como verdad propia, aniquila el objeto independiente
y así obtiene la certeza de sí... Pero en esa
satisfacción la conciencia de sí experimenta la independencia
de su objeto: de hecho la satisfacción
sólo tiene lugar mediante la supresión de ese otro.
Para que exista la supresión, también debe existir
el otro. La conciencia de sí por lo tanto no puede
suprimir el objeto mediante su relación negativa
con él; de este modo, más bien lo reproduce, así
como reproduce el deseo".
El goce que en Sade se hacìa posible por la perversión,
es efectuado en Hegel por el esclavo, que
mediatiza el goce del amo. "El amo se refiere a la
cosa a través de la mediación del esclavo; el esclavo,
como conciencia de sí en general, se comporta
negativamente con respecto a la cosa y la suprime;
pero al mismo tiempo ésta sigue siendo independiente
para él, ya que no puede superarla y aniqui-
larla con su acto de negación: el esclavo la transforma
entonces sólo con su trabajo. Inversamente,
gracias a esa mediación, la relación inmediata se
vuelve para el amo la pura negación de la cosa misma,
es decir, el goce; lo que no fue realizado por el
deseo es ahora realizado por el goce del amo: terminar
con la cosa: la satisfacción en el goce. Lo
que el deseo no puede realizar a causa de la independencia
de la cosa; pero el amo, que ha interpuesto
al esclavo entre la cosa y él, solamente se
refiere a la dependencia de la cosa, y la disfruta
puramente. Le deja el costado de la independencia
de la cosa al esclavo que la trabaja".
La pregunta que el hombre de Sade continúa
planteando, a través del fragor de una máquina
dialéctica que difiere al infinito la respuesta en el
proceso global, es justamente: "¿Qué sucede con el
goce del esclavo? ¿Y cómo es posible hacer coincidir
nuevamente las dos mitades escindidas de
Eros. . ."
Giorgio Agamben, Infancia e Historia,
Destrucciòn de la experiencia y Origen de la Historia,
Trad. Silvio Mattoni
Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2007, pp. 27-33
Nos gustan los plurales, las aliteraciones como nosotros y las palabras desordenadas. Escribimos por necesidad.
lunedì, marzo 16, 2015
domenica, marzo 08, 2015
demasiado cortas las piernas (y demasiado largas las alas)
Siguiendo el sabio consejo de un lejano
amigo, que insiste y tiene razón sobre la total ausencia de crítica teatral en
nuestro país; contraviniendo además la publicidad electoral del partido Acción
Nacional, que santamente prescribe sólo proponer y dejarse de quejar; llegó más
bien la hora de criticar y de hacerlo con alguna dureza. Dureza que proviene de
las exigencias que la reflexión demanda en tiempos de tanta sensual hipocresía. Tiempos de hipo-crítica que sólo pueden confrontarse desde una hiper-crítica,
heterotópica e hiperestésica, pienso.
¡Tons pues, afinemos los cuchillos queridos
amigos (aunque hay quien piensa que sólo me quedan los imaginarios) y desde éste
lugar de la desilusión intensa, mitad acá y mitad en el exilio, que comience la
carnicería!
Recién había llegado a México la primera vez
que vi el trabajo de David Gaitán. Una amiga me invitó a acompañarla en la
presentación de su monólogo en un concurso organizado dentro de la Feria del
Libro Teatral (¿habrá sido el lejano 2012?). Entre los concursantes estaba, no
lo sabía, la joven promesa del Gaitán. Recuerdo que era muy chavo, muy bueno,
que temblaba, que su monólogo sobre los riesgos del sexo sin protección era
sólido, que ella después me comentó que aquél muchacho ya andaba encarrilado y
que yo no pude dejar de percibir que su temblor provenía (psicología de
banqueta diría el Raúl Quintanilla) de un lugar que no es del “espíritu del teatro”
sino del ámbito de la superación, de la necesidad de afirmar un lugar, de
confirmar los méritos propios de un nombre. Recordando la anécdota del Don
Quijote, he de insistir diciendo que entonces yo no sabía nada de lo que contenía aquél tonel de vino (una llavero de
cuero con colgada una llave de hierro), no obstante, el vino de David dejaba un
retrogusto sabor a metal.
A La
velocidad del zoom del horizonte fue nuestra cita siguiente y ahí la
dirección de Martín Acosta le hizo otro gran favor al texto de Gaitán. Yo a
pesar de las innumerables críticas que escuché, de las acusas de cínico
plagiario que le imputaban, disfruté mucho el montaje y lo defendí (tres veces
e invitando a mi padre, gran admirador del Solaris de Tarkovsky), aunque no
disfruté tanto el trabajo actoral de la ahora joven realidad. Gaitán parecía
haber enmascarado su temblor con una lánguida complacencia, su insegura
voluntad de poder con la segura suficiencia de los poderosos (no puedo saber
todo lo que aconteció entre ésos dos bastidores que fueron escena). No obstante
lo dicho, aún se percibía en el texto, por ejemplo en los larguísimos y
velocísimos discursos fanta filosóficos, una especie de pretensioso temblor,
algo por demostrar. Cuando compartí mis impresiones con su amante compañera diciéndole
que sentía que el texto tenía algo de pretensioso, obviamente la hice
enfurecer. Así airada me respondió que la palabra “pretensioso” era muy
pretensiosa… y acepté. ¡Caray! No sé si la palabra “pendejo” es pendeja, sé que
a menudo puedo ser un pendejo y mucho. Fue también en aquella producción donde
vi por primera vez el gran trabajo en video proyección de alguien importante en
nuestra historia, Daniel Primo, pero volveremos a él más adelante.
Mi siguiente encuentro con el director de demasiadas cortas las piernas, la obra que
nos invitó a hacer estallar estas líneas, fue en una de esas fiestas de actores
en la casa de otro famoso director, de ésos los invitados a la muestra
nacional (crema y nata del “gremio”, sobre todo nata). Nos presentaron, nos
saludamos. Luego un día merodeando por el CCB lo encontré por casualidad y lo
abracé, pareció desconcertado. Para entonces cada vez su nombre sonaba más y
más y una y otra sus producciones parecían sucederse. Para entonces las lenguas
más vivas, mucho más habladoras que las mías, se dilungaban en descalificaciones.
Así las cosas, ya algo desilusionado por los
indicios y más bien objetivado en observar a uno de los actores en el reparto,
me fui a ver su Ricardo III y la pasé
muy bien. En medio de la abundancia de Ricardos, la idea de un grupo de jóvenes
que no pueden (del todo) montar el drama shakesperiano me pareció honesta y
bien realizada. Era eficaz el uso de los recursos teatrales de base y
brillante la problematización de la estructura, que permitía sin taras el
bendito ingreso del buen azar. Por otra parte,
la “renuncia del director” era un muy buen gesto, aunque de nuevo, en él
había algo extraño y pretensioso, sobre todo verlo salir de la sala ignorando
completamente al público. Público con el que, sin embargo, los actores se
excusaban y para el que realizarían en cualquier caso la función. No obstante,
aún, aunque con menos entusiasmo, de aquellas múltiples lenguas lo defendía.
Luego, el escándalo de la Muestra Nacional de Teatro 2014.
Sobre los vericuentos tras bambalinas, sobre
la política y los afectos que se esconden detrás de esa cuestión, no puedo
saber mucho, aunque me parece normal y razonable que se sospechen parcialidades
y favoritos. Recuerdo que en una entrevista, Gaitán se defendía diciendo que la
muestra se hacía para satisfacer no a la comunidad teatral, sino al público (el espejismo del bien común), al
que hay que brindar una experiencia teatral “vasta, estimulante y que pueda dejar
una huella significativa”, [“como la que dejan mis obras”, virtualmente
añadiría]. Sobre el jurado apuntó que sólo uno de los jueces era del Distrito
Federal, no obstante Yo, desde el mezzo exilio, estoy convencido que también el
gremio teatral, como el universitario o el político, están de alguna manera
integrados en élites, en un estar in
y un estar out, que entre gustos, afectos
y percepciones educadas y compartidas, se reparten también los privilegios de
espacios y presupuestos, independientemente de la procedencia estatal. ¿Qué
significa entonces mandar las mejores obras David? Cómo si existieran
parámetros objetivos, cómo si juzgar teatro fuese una ciencia y cómo si la
objetividad de la ciencia fuese vagamente neutral. Sobre todo considerando la
diversidad cultural mexicana, sobre todo considerando éste México desgarrado,
fragmentado e injusto. Aquí, o simplemente mientes David o piensas desde la
ideología. Y te conviene. Sabes muy bien que había otras obras tan buenas o
mejores que las tuyas, yo al menos recuerdo alguna. Y si nunca has sido juez,
parece que no te faltan ganas de serlo. Por eso no me sorprende que en el estreno
de tu nueva obra no mencionaras Ayotzinapa, (ya no es in hacerlo), ni que sigas por todas partes, ni que ya alguien "sepa" quien
será el nuevo director de la ENAT, ni tampoco que los famosos estén muy
ocupados para seguir en la “grilla” con la que, se supone, de alguna extraña
manera comparten razones. Y así ustedes, no sólo tú, acumulan cultura y
barbarie a la vez, incapaces de preferir no hacerlo, de dar un paso atrás, de
detener su incesante producción que iguala panes y espectáculos (exactamente
igual que la valorización de valor no distingue entre producir cine o
armamentos). Y así seguimos acumulando barbarie, conformándonos a ésta
desastrosa situación. ¿Cómo esperar o exigir así que un industrial, un
procurador o un presidente se detengan, den un paso para atrás? Claro, si sólo
somos actores dijo Mefisto, y los actores, primero y antes que nada somos realistas
y pragmáticos sobre todas las cosas (y las personas). Hemos renunciado a
cambiar el mundo, hemos renunciado a cambiarnos a nosotros mismos en sentido no
conformista, pero sobre todo hemos
renunciado a siquiera pensar en la potencia de vivir y producir de otra manera.
Así pues, quizá, el gobierno que tenemos es el gobierno que nos merecemos. Pero
ya me he desviado (aparentemente y no sólo de la forma impersonal), disgregando
en retórica crítica y del aspecto moralista de la que fuera en principio
nuestra cuestión, a la sazón, tu última producción, demasiado cortas las piernas, estímulo y pretexto de toda esta
disquisición. Vuelvo pues a la forma impersonal, estimado David.
Llegué al Granero para encontrarme con Daniel
Primo, invitado a participar en la locura que andamos tramando en torno al
texto El Chiquero de Pier Paolo
Pasolini. Ya me había comentado sobre el proyecto en el que trabajaba pero yo,
astutamente, lo había cancelado de la memoria. Incluso cuando vi el cartel
afuera del teatro lo que leí fue David Olguín en lugar de David Gaitán (así de
chueco juega la percepción). Ya aclarados los créditos el Primo me presentó su
situación: he is on fire; veremos si
tendrá tiempo para participar en el proyecto. Y es que en este medio teatral que se
confunde con la vida, una vez que asomaste la cabeza del fondo del fango si no
te mantienes en superficie, visible e invulnerable siempre, fácilmente y otra
vez vuelves a ser ninguno y estás out,
como en política (solo que aquí, además,
no podrás pagar la renta). El Primo me dijo también que quizás podía tomar de demasiado cortas las piernas algunas
ideas para El Chiquero. Daniel no
sabía que algunas de las “soluciones” que encontraron en realidad ya las había considerado. Por ejemplo, proyectar sobre elementos extensibles del vestuario (una
idea que llegó gracias a una foto compartida en el facebook por la chida actriz
Quy Lan Lanchino). Tampoco sabía que ésas ideas, al verlas puestas así, en
escena, me retractarían completamente de probarlas como “solución”. Total, el
Primo y Yo quedamos de vernos para ver si coincidirán los calendarios y luego
luego comenzó nuestra función.
Me recibe el programa de mano con un texto de
Camus sobre las verdaderas verdades, ya no la ciencia ni la moral, sino “las
líneas suaves de esas colinas y la mano del crepúsculo sobre este corazón
agitado” y pienso: "me gusta más de lo que Gaitán escribió para Autoretrato en sepia; que gusto que haya
preferido no hacerlo para su producción ni pedírselo a Martín Acosta." En
seguida, un espacio desnudo, un actor
en chistera y bastón junto con tres actrices que literalmente muestran sus
piernas “demasiado cortas”. Una de ellas se precipita hacia el centro del escenario
y así, sin recolectar el espacio, comienza casi mecánicamente su producción de
sonido, su estructura incesante y precisa en una sola dirección. Yo entiendo
poco, fatigo para seguirles el paso. Percibo que el texto es un fruto raro, que
me interesa demasiado, pero no encuentro una conexión que me permita
acompañarlo. Estrategias clásicas e inmediatas de puesta en escena, alternancia
de voces, líneas de sombra, banales comentarios gestuales, hiper aceleración además de
un juego de luces que se añaden, en cambios vertiginosos de forma y de color, a
una especie de delirio que va de la atmósfera del show televisivo a la del
antro desnudo a la luz de la mañana y con todos los comensales aún bien puestos y harto perversos. Además, las proyecciones. Sólo cuando apareció la guitarra entre
tonos verdes y morados que me hicieron sentir en casa, apareció también el
primer momento de verdadero ritmo desde el inicio y me fue posible concentrar
en pleno la atención. Pero todo el despliegue inútil de recursos no es ni
siquiera el meollo de esta crítica, más bien, lo verdaderamente inútil es la
gran mentira del joven director. ¿En qué consiste esa mentira? Pretende,
declara y proclama un dislocamiento del juicio, de la ciencia y la moral; en
cambio, en el vestuario, en el trazo, en los gestos, en todo su montaje, se
ciñe estrechamente a los prejuicios más corrientes, a los más desangelados
clisés. Comenzando por el vestuario, sus colores ocres, el aspecto degradado,
desgastado, el bastón y la chistera del hombre burgués, la gestualidad afectada y
obscena de Harif (que en algún momento incluso se rasca los huevos, ojalá para
portar fortuna). El director, que insiste aquí y allá sobre otros puntos de
vista posibles que se abren en el texto, en realidad todo el tiempo y con todos
los medios juzga enferma, psicótica y degenerada la situación. ¿Y cuál es esa
situación? Pues depende del punto de vista y el magnifico texto de Katja
Brunner da para muchos. Según me he informado, la primera indicación en él
recita que la obra puede ser un monólogo o montarse con quince actores en traje
de baño. Sin embargo es necesario entrar, acercarse o montarse de verdad en
alguno de ellos, por ejemplo, el de la niña. Para ella, el amor sin límites de
su padre no sólo no es abuso, sino que se trata, más bien, de El Amor Ideal, un águila
salvadora. No sé si Gaitán lo ha intentado y reculado, el dibujo en el programa de mano lo
sugeriría, no así todo el resto del montaje en el que el texto, único espacio de la puesta
donde se abren otras perspectivas, es abandonado en la aceleración, aplastado
por la incomprensión, sumergido en el efectismo, salvo por un par de momentos
en los que, al menos, se aclara. Con tanta distancia, velos y velocidad perdemos de vista
“las líneas suaves de esas colinas y la mano del crepúsculo sobre este corazón
agitado”, banalizamos la violencia, anulamos la otredad y con ánimo pequeño nos
conformamos.
Cuando salí del teatro, me lave los ojos en el baño porque me ardían, me hice de un cocktail y encendí un cigarrillo. Después de dos sorbos escapé de allí regalando mi cocktail a la tierra. Cuando me subí al auto sonaban en radio unam los Yucatán a go go con la siguiente canción:
Si
bien para mi es evidente que demasiado
cortas las piernas le ha quedado muy grande al pequeño director, sé bien
también que el montaje puede tener mucho éxito (creo que incuso ya tiene una
gira internacional reservada); sé bien también que David Gaitán es un joven talentoso
y muy trabajador, aunque también de alguna manera se encuentra atrapado en “un zoológico de
caricias”. Por eso concluyo este regalo, hipercrítico, heterotópico e
hiperestésico, augurándole que se detenga, que pare la producción dándose tiempo para otra especie
de creación, que acompañe a La Bestia o que se corte las alas y haga una
peregrinación caminando por la China. Que se vuelva pues otra vez a su temblor
y se percate, que a pesar de todo, todavía hay del tiempo.
demasiado cortas las piernas
De katja brunner
Dirección: david gaitán
Dramaturgista: david jiménez sánchez
Con: harif ovalle, cecilia ramírez romo, myrna moguel, verónica bravo
Teatro El Granero, CCB.De jueves a domingo en orarios de teatro y hasta el 26 de abril.
domenica, marzo 01, 2015
un manifiesto indisciplinario
-->
·
Frente a la falsedad de lo manifiesto y de los manifiestos nos
volteamos de espaldas, ocultamos aquí nuestro deseo encubierto. Éste manifiesto
no es más que sus propias ruinas.
·
Dado que todo lo dado, en tanto manifiesto, encubre necesariamente
aquello oculta; y dado que de lo verdaderamente oculto no puede esperarse
manifestación alguna, lo aquí expresado es en principio implicación en una
traición. Fundar (como interpretar) desde la traición, en forma que no pueda
ocultarse que ésta está detrás de todo verdadero fundar y de todo verdadero
traducir e interpretar. Si puedes, porque puedes, interprétalo como quieras.
·
Sócrates, dicen, murió por la virtud de mantenerse en la congruencia. Hoy,
análogamente y aunque no lo parezca, no obstante todas las inevitables incongruencias,
se está dispuesto a mantenerse con vida aún ahí donde la vida ya no es vida.
También al SS Dr. Herdhizte (antes Dr. Hirt), la experiencia pasada,
constructiva, le ha enseñado que las contradicciones son absolutamente necesarias
ahí dónde toda experiencia se derrumba. No es la muerte lo que resulta ser lo irrenunciable.
·
Si de traicionar al sujeto se trata, resulta necesario e inevitable
traicionar también a su correlato, el objeto. En este sentido, las codisciplinas,
las interdisciplinas y las transdisciplinas, se presentan sólo como una
mistificación y una vana promesa de universal unión en el tiempo de la
universal separación. Ésta promesa indefectiblemente ha sido vista traicionada.
De entre éstos sucios traidores, los más sucios son aquellos que pretenden
haber escapado de las fauces de la re-presentación.
·
Asì, la nueva indisciplina que esperas, incluso como total novedad, no
podrá ser la indisciplina que esperas. De hecho, si esperas una nueva indisciplina,
la esperas necesariamente en el ámbito de las ideas que ya tienes; además, una
cosa que se espera, de alguna manera está ya.
·
La indisciplina comprende tan poco lo que se entiende por vicio como
lo que se entiende por virtud. Seguramente no se trata de una profesión, como
tampoco del trabajo de diletantes (no es el placer aquello que la informa). Si de
hablar del deseo se tratase, tendría más que ver con el hablar que con el
deseo, tendría más que ver con imaginar
un lenguaje; sobre todo con imaginar aquello que en ése lenguaje podemos no decir.
·
·
Había una vez un artista furioso que garabateaba cosas de todo tipo.
Después de su muerte, miraron en sus cuadernos y vieron que en un lugar había
escrito: “Los sabios ven contornos y por eso los dibujan”, mientras que en otra
parte había escrito: “Los locos ven contornos y por eso los dibujan”; ergo se lee pintarrajeado en un muro: NI
ARTISTAS, NI LOCOS, NI SABIOS, NI FURIOSOS. Mientras, sobre un muro sobre una
tierra, una forma de lo irrenunciable y su vivir.
·
No convencen esos mamarrachos y sus premios que separan la realidad de
la ficción como se distinguen el agua del aceite. Hoy hasta un científico sabe
que la vida se encuentra en suspensiones de las formas coloidales. Para
aquellos técnicos sublimes del arte de la confusión, la realidad es continuidad
mientras que la ficción puro corte y confección. Dicen esto humildemente, pregando con una mano mientras con la otra
ocultan la gigante tijera que ha forjado su presunción. ¿Qué significa para ti,
que dices no creer en los premios, el mérito, Oscar? ¡y peor! ¿merecer un
gobierno? (no respondas apresuradamente y si respondes, lucha, hazlo con
exactitud). Si es verdad que imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida, la indisciplina es el
corte y confección de la vida cotidiana: una cuestión de ethos y de otros.
·
Las brujas saben que todos los sapos se pueden convertir en príncipes
así como todos los príncipes pueden devenir en sapos. No obstante aquí, en la
megalópolis de las Jovencitas que se valoran tanto a si mismas, se trata más
bien de encontrar el valor de besar a un sapo ignorando si se volverá más bien
serpiente o renacuajo (los príncipes son cosa del pasado). Sólo en el instante
de un beso y su coraje, se encuentra lo que tienen en común un sapo y un renacuajo.
La indisciplina, pues, no respecta, solamente, lo visible que deviene invisible
y viceversa, los gestos que devienen palabras y viceversa, los sonidos que
devienen colores y viceversa, las imágenes que devienen conceptos y viceversa,
las ficciones que devienen realidades y viceversa, sino también y sobre todo
las posibles conexiones entre elementos dispares que permanecen dispares; la indisciplina mienta lo opuesto de la
democracia, que no es la tiranía, sino las verdades
y los tropos que las transportan.
·
“El poder es la organización misma de este mundo, este mundo
ingeniado, configurado, diseñado.
Aquí radica el secreto, y es que no hay
ninguno. […] El poder, ahora, es el
orden mismo de las cosas, y la policía tiene a su cargo defenderlo: el poder se ha vuelto medioambiental, se
ha fundido con la decoración.” La
vida ha sido toda ella disecada en tanto vida organizada y tú, corriéndole
detrás, organizándote en función de ésta mortal organización mafiosa. Por eso
recuerda, olvida, rememora: la vida cotidiana no siempre ha estado organizada.
Si aquí vendrías, no todo aquí estaría organizado, más bien todo se organizaría. “La diferencia es notable, una apela a la gestión,
la otra a la atención: disposiciones altamente incompatibles.”
·
Una conversación, una improvisación y la puesta en escena de un texto
son, aunque no resulte evidente, tres figuras del caosmos que contienen,
en potencia, las mismas proporciones de flujo y de estructura. Sucede solamente
que los obsesos de la medida tienden a ser también grandes obtusos de la
mirada. Se comienza por un estar muy atentos.
La atención es la forma primera de la indisciplina, el movimiento desde la
impotencia.
·
Contrario a lo que piensas, los indisciplinados son ellos los más
puntuales, los puntualísimos, los que entienden que las horas sirven sólo y
sobre todo para ayudar a nuestro encuentro, para detener y tener el tiempo
rompiendo a la hora exacta los relojes. Contrario a lo que piensas, la Armonía
no es la idea que nos hemos hecho de ella, simplemente por que Armonía no es
una Idea. Contrario a lo que piensas, Venus y Marte, vita y vis, bios y bia, son una pareja sencillamente in-separable. Contrario a lo que
piensas, la catástrofe no es el fin de una civilización, sino sus cuidados
intensivos conectados a un respirador.
·
Querida dramaturga del ingenuo manifiesto, el de las mayúsculas y las
buenas intenciones: por favor, observa el mundo, mira atentamente a tu extraño vecino,
escucha los lugares en donde habita todavía algo de experiencia; así sabrás que
ese maximalismo es tuyo, que caíste o quieres hacer caer en tu trampa y que es así como se rompe esa Unidad por ti tanto anhelada; que el “radicalismo” es el
correlato del “pacifismo”, que ambos aspiran a la pureza siendo el uno la peor
pesadilla del otro y que las mayores violencias han sido hechas y se harán en
el nombre de la Paz. Si escuchas bien, sabrás también y sobre todo que los
antojos de la razón y las exigencias que de ellos emanan no sólo son ignoradas,
sino también cínicamente pisoteadas. “No
hay otro mundo, hay simplemente otra manera de vivir.”
·
Aquí pues una invitación y una repulsa, una promesa y una amenaza
vuelta a todo especialista, científico, religioso y humanista: llegó la ora de
conjurar la conjura a la que perteneces, la
hora de dejar de ser lo que se hace comenzando por no hacer lo que se es, forzando la puerta del lugar en el que te
encuentras ya. Llegó la hora sin número del verdadero estado de excepción.
¡Cuidado policías! ¡Éstos tiros, a diferencia de los tuyos, apuntan sí a la
cabeza!
·
Iscriviti a:
Post (Atom)