De Hugo Alfredo Hinojosa
Direcciòn de Daniel Gimènez Cacho
CNT
Miserere di me, exclama Dante. Ha visto una sombra que lo aterra. Es la sombra de Virgilio en las puertas del Infierno. El cielo plúmbeo no para de sollozar. Todo el dìa llovizna. Vamos al teatro. Misericordia se llama la obra. Misericordia se llama la daga corta renacentista de doble filo y hoja robusta que atraviesa la malla de los heridos y agonizantes. Daga que regala el golpe final, la gracia. Misericordia, como la Piedad y la Compasión, formas pervertidas por los rectos abusos de la Iglesia de piedra. Misericordia, ten compasión, por piedad, basta ya.
En otros tiempos, cuándo la Tierra giraba más despacio, esta palabra designaba, para los hebreos, una alianza entre el fuerte y el débil. Para los latinos, miserere cor-cordis era un profundo lamento del corazòn, una sùplica que conmociona, y para los griegos, eleos, que se une al temor de sufrir los mismos males, al horror de encontrarse un dìa en la misma tràgica situaciòn. Y es que la misericordia, como la compasiòn, no pueden no conectarse con el cuerpo del hacer sagrado el sacrificio: la dimensión de la tragedia.
Recordamos a una maestra (y a un maestro) que admiràbamos mucho, a una maestra y a un maestro que admirábamos mucho y que ahora no admiramos tanto, cuando una vez durante una lección nos dijeron que la dimensión trágica hoy en dìa resulta inaccesible. En otras palabras que no era posible escribir, representar o experimentar una tragedia, antigua o moderna. Durante muchos años compartì su visiòn, me parecía, mirando y mirando, que en nuestros tiempos no se podìa llegar màs allà de un drama excelente. Quisiera seguir afirmando que tenìamos razòn, sin embargo erràbamos, nuestro juicio erraba. Hugo Alfredo Hinojosa, Gimènez Cacho y las mujeres de la Compañía Nacional de Teatro nos muestran nuestro errar. Y lo hacen sì, sin misericordia, por desgracia, despedazando de nuevo el corte entre la víctima y el verdugo, empujándonos (a pesar que no soportamos que nos empujen, sobre todo en el teatro), lo hacen soliviantando a las suplicantes, crucificando a las torturadoras, todas mujeres, todas mexicanas, todas muertas.
“Con este trabajo gritamos nuestro dolor. Con este dolor hacemos nuestro trabajo” escribe el director. Asì pues valiente, preciso y generosísimo el trabajo de todas las actrices (cierto que Érika de la Llave es para nosotros un misterio de potencia absoluta; suplicamos perdòn por la injusticia). El diseño de movimiento corporal, creado por Lorena Glinz, es otra parte importante en éste coro trágico, al que acompañan, claras y eficaces, las luces del maestro Amand y los vestuarios en rojo de Anna Terrazas. El todo-mùltiple lo integra, con sensibilidad e inteligencia, la dirección de Daniel Gimènez Cacho, por demàs honesta y comprometida (aunque por momentos lo he imaginado superado por las monstruosas capacidades de sus actrices).
Concluìmos pues nuestro ejercicio con un pequeño lamento: Lástima si justamente antes del final, cuando ya no podemos màs, làstima que nos regalen una tregua: un cierto abandono a la esperanza y a la música que prepara el triste, el aihmè inevitable automatismo, el aplauso del público. Se trata de un trabajo justo y digno, se trata de una tragedia contemporánea y de las realidades que lo acompañan; a nuestro aviso se merecerìa un insondable silencio.
MISERICORDIA
De Hugo Alfredo Hinojosa
Direcciòn Daniel Gimènez Cacho
Con Julieta Egurrola, Rocìo Leal, Teresa Ràbago, Érika de la Llave, Ana Ligia Garcìa, Gabriela Nùñez, Renata Ramos y Carmen Mastache.
Jueves y viernes, 20:00 hrs.
Sàbado y domingo, 13:00 y 18:00 hrs.
Teatro Casa de la Paz. Cozumel 33. Col. Roma.
Pd.- Memorable el consuelo que recibió de su pareja mi sollozante vecina de butaca: “Ya, tranquila, no es de verdad”.
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